Compartimos artículo interesante...

La gallina de los huevos de oro 
Por Maritchu Seitun

En una conocida fábula de Esopo un granjero encuentra una gallina y la lleva a su casa. Con su mujer descubren que da huevos de oro, pero los molesta que la gallina ponga un solo huevo por día. La codicia los lleva a matarla para sacar todo el oro de su interior, pero entonces se quedan sin nada, ¡ni huevos ni gallina!
Pareciera que nuestros niños son como esos granjeros, tratando de sacarnos el máximo posible y todo junto, sin saber que si lo lograran, si nosotros lo permitiéramos, se quedarían sin nada, igual que las personas del cuento. No podemos esperar que ellos tengan un buen criterio para pedir, ya sea nuestro tiempo, programas, regalos, golosinas, dinero, etcétera. Los padres deberíamos entender que somos como esa gallina, ofrecemos algo muy valioso y, a la vez, estamos acotados en nuestra posibilidad de dar. Si pretendemos todo el tiempo más de lo que de verdad podemos de nosotros mismos, eso probablemente nos conduzca a ofrecer a nuestros chicos tiempo, presencia, relaciones y encuentros de mala calidad. Nuestro producto ya no va a ser "de oro", porque vamos a estar cansados, de mal humor, con pocas ganas de estar ahí.
No hablo de lo que hacemos cuando tenemos bebes chiquitos o cuando nuestros hijos están enfermos o tienen dificultades serias -momentos en que nuestra capacidad de entrega y disponibilidad se multiplican hasta el infinito-, sino de lo que ocurre en la vida de todos los días cuando existe la posibilidad de que regulemos nuestra entrega. Los chicos no son nuestros padres ni es su tarea cuidarnos, no podemos esperar que sepan y logren controlar lo que piden y no se pasen en sus pedidos o exigencias. Son chicos, no saben hacerlo y la seguridad que sienten a partir de nuestro amor incondicional les permite seguir pidiendo hasta el infinito, sin temer que sus demandas nos dañen, enojen o desilusionen.

Somos los adultos los que regulamos nuestra entrega, sabiendo que ellos sí se van a enojar y/o desilusionar, y conscientes de que lo importante es que nosotros conservemos el ánimo, el humor y las ganas de estar ahí con ellos, que toleremos lo que ocurre a partir de nuestros "no", "dentro de un rato", "otro día", "ahora no puedo". Sabiendo que ese "no puedo" a veces no es literalmente así, sino que estamos cuidando la gallina interior para que siga produciendo huevos valiosos y relucientes durante muchos años más.
Las mamás somos particularmente débiles a la hora de decir que no. Quizás sea porque el embarazo y los primeros meses de los bebes nos requieren mucho y porque al tener más de un hijo esto ocurre durante varios años seguidos; nos acostumbramos a decir que sí "mientras el cuerpo aguante" o mientras quepa en nuestra de por sí apretada agenda, sin darnos cuenta de que es nuestra responsabilidad seguir vivas, sanas, de buen humor, dando tiempo a nuestra persona (cuerpo, mente, espíritu) de recuperarse antes de recomenzar nuestra entrega personal. El final de las vacaciones de invierno es una buena oportunidad para que reconsideremos el tema, atentos a lo que podemos ofrecerles sin hacerles faltar nuestra presencia y, a la vez, sin agotarnos ni morir en el intento.
Los adultos nos quejamos de que muchos chicos no quieren crecer, que son eternos adolescentes, que no son responsables, que no tienen objetivos a largo plazo. Una forma de ayudar a que esto cambie es ofrecerles un modelo de adulto que sabe cuidarse bien, de modo que desde chicos ellos aprendan también a decir que no en lugar de decir que sí sólo por agradar y complacer a otros. Un modelo de adulto con quien puedan identificarse, en el que tengan ganas de convertirse, y no ese despojo humano irritable, malhumorado y agotado, como a menudo nos ven llegar a la noche durante el largo año de trabajo por no haber cuidado bien nuestra entrega.

Comentarios

Entradas populares